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martes, 7 de agosto de 2012

LOS MARIACHIS CALLARON...y la luciérnaga se apagó...




A pesar del susurro, alcancé a oir cómo, el invitado narigudo, le pedía al anfitrión que cambiara el disco: 
- esa, la Chavela Vargas, que ni es mexicana,  es una libertina de lo peor - y con unos ojos de dictador le conminó a callarla.. 

Y sí, los mariachis callaron, pero no ese día sino muchas décadas después de aquel suceso en que la oí por primera vez. Me caló hondo en medio de un desamor juvenil, en uno de los de insignia, de los que como tatuaje se imprimen para siempre. Chavela, la Vargas, la libertina, la del desgarro intravenoso vino a salvarme o, quizás, a enterrarme en las profundidades de ese dolor que no cesa, no duerme y "requeteduele" como el terror al adiós.

Chavela, la Vargas, la Chamana, la del falsete adolorido, la de sonrisa destilando lágrimas, la amante nocturna de todos los amantes, la ebria de dolor por amores imposibles, inconclusos y desatendidos, la entregada, la sin pelos en la lengua, la pero sí muchos besos apasionados para todos, esa, la Chavela, decidió, ya cansada, cerrar el diario y partir al descanso merecido. 

Nos ha dejado sin irse, quiera que no en la puta orfandad, la ahora "trascendida" sin tiempo ni historias. 

Chavela la intensa, la señora hermosa, la única, la del paso fuerte que se enterraba...

Desde este rincón, Señora Luciérnaga, sólo un ¡Hasta pronto!





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