Supo que esa noche de mayo sería especial, muy especial.
Lentamente se quitó la ropa, dobló cada pieza y al sacarse el alma, con ternura, la extendió sobre el pavimento tapizado de lágrimas añejas y nuevas, cuidando - con coquetería - alisarle las arrugas que amenazaban convertirse en abismos.
No supo cuando el sueño la abrigó y durmió y soñó que cambio su nombre por el de Desnuda, escrito bajo el par de alas, bordadas de estrellas, portadoras de la extraviada paz.
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