Se lo pensó mucho antes de llevarla a su casa, a ese sitio donde los recuerdos se enmohecían y el corazón perdía la vista. En un arranque de osadía, la presentó con los suyos, a sabiendas de que sería vista con desconfianza y recelo.Con cuidado quirúrgico, ella siguió las instrucciones, bien sabía que debía alejar cualquier sospecha sobre el secreto que ambos compartían. La acomodó en la esquina, bajo el dintel de la ventana al sur, buen conocedor de sus debilidades. ¡No te muevas, no hables! le dijo.
En las noches, mientras la casa duerme, la camina silenciosa, dejando sus pétalos en sitios clave que sólo él reconoce, tanto como a la suave presión de sus lfurtivos abios sobre la nuca.
Durante el día, en silencio lo observa, sigue y escucha.
Se ha quedado a su lado, para siempre, floreciendo durante cada Primavera.
Con esmero y cuidado colocaba las ternuras en el nido, a la espera de que florecieran cada jueves... o viernes... o sábado... o lunes... o nunca, o siempre. Sus palabras, no siempre dulces, "pero casi", tenían mil formas y disfraces que convertían la fiesta en un carnaval de colores y esperanzas. Se le veía, descalza y perdida, recorrer las estrechas calles que le llevaban a su corazón, siempre a la espera, creyendo que por allí pasaría.
Y amaneció un lunes en invierno... ausente
viernes, 23 de mayo de 2014
¡Dale que suene..! tan de ahí, tan suyo tan de ambos...
y visualizó esa cordillera brillosa, amada, sinuosa, callada andina, bicolor, bimártir...
de cómo, niña aún, la recibía ese día novia de la vida.
Y lo recordó mientras planchaba las lágrimas para no olvidarlo.
Supo que esa noche de mayo sería especial, muy especial.
Lentamente se quitó la ropa, dobló cada pieza y al sacarse el alma, con ternura, la extendió sobre el pavimento tapizado de lágrimas añejas y nuevas, cuidando - con coquetería - alisarle las arrugas que amenazaban convertirse en abismos.
No supo cuando el sueño la abrigó y durmió y soñó que cambio su nombre por el de Desnuda, escrito bajo el par de alas, bordadas de estrellas, portadoras de la extraviada paz.
Viniste con el firmamento en la mirada ¡Niño de mis ojos!
Te sembraste en mi espera a lo largo de las risas compartidas artesano de mis juegos hoy y siempre florecen tus alas en el corazón de nuestros secretos.
En la huída, cayó abatido; la refriega fue cruenta y sin botín alguno que justificara la persecusión. Robar palabras, en su pueblo, era considerado delito grave, sin derecho a fianza, con castigos que iban desde la mudez perpetua, a limpiar bibliotecas con guantes y venda sobre los ojos. Para la autopsia de rigor, sobre la mesa del legista yacía el cuerpo, los ojos entreabiertos y una inquetante, retadora sonrisa de medio lado. Deslizó el bisturí sobre el torax, apartó las telarañas de la edad y entró en el objetivo: el corazón. Sin rastros de uno, en su lugar halló una palpitante oruga en trabajo de parto.
Sólo unos minutos más, en silencio.
Y de ese maravilloso instante nacieron las palabras: ABANDONO, DOLOR, CRISÁLIDA Y MARIPOSA.