20/6/12
Texto del discurso pronunciado por José Mujica, Presidente
de la República
del Uruguay, en la cumbre Río+20
Autoridades presentes de todas la latitudes y organismos, muchas gracias. Muchas gracias al pueblo de Brasil y a su Sra. Presidenta, Dilma Rousseff. Muchas gracias a la buena fe que, seguramente, han manifestado todos los oradores que me precedieron.
Expresamos la íntima voluntad como gobernantes de acompañar todos
los acuerdos que, esta, nuestra pobre humanidad, pueda suscribir.
Sin embargo, permítasenos hacer algunas preguntas en voz
alta. Toda la tarde se ha hablado del desarrollo sustentable. De sacar las inmensas
masas de la pobreza.
¿Qué es lo que aletea en nuestras cabezas? ¿El modelo de
desarrollo y de consumo, que es el actual de las sociedades ricas? Me hago esta
pregunta: ¿qué le pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma
proporción de autos por familia que tienen los alemanes?
¿Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar? Más claro:
¿Tiene el mundo hoy los elementos materiales como para hacer posible que 7 mil
u 8 mil millones de personas puedan tener el mismo grado de consumo y de
despilfarro que tienen las más opulentas sociedades occidentales? ¿Será eso
posible? ¿O tendremos que darnos algún día, otro tipo de discusión? Porque hemos creado esta
civilización en la que estamos: hija del mercado, hija de la competencia y que
ha deparado un progreso material portentoso y explosivo. Pero la economía de
mercado ha creado sociedades de mercado. Y nos ha deparado esta globalización, que significa mirar por todo el
planeta.
¿Estamos gobernando la globalización o la globalización nos gobierna a nosotros? ¿Es posible hablar de solidaridad y de que “estamos todos juntos” en una economía basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad?
No digo nada de esto para negar la importancia de este
evento. Por el contrario: el desafío que tenemos por delante es de una magnitud
de carácter colosal y la gran crisis no es ecológica, es política.
El hombre no gobierna hoy a las fuerzas que ha desatado,
sino que las fuerzas que ha desatado gobiernan al hombre. Y a la vida. Porque no
venimos al planeta para desarrollarnos solamente, así, en general.
Venimos al planeta para ser felices. Porque la vida es corta
y se nos va. Y ningún bien vale como la vida y esto es lo elemental. Pero si la
vida se me va a escapar, trabajando y trabajando para consumir un “plus” y la
sociedad de consumo es el motor, -porque, en definitiva, si se paraliza el consumo, se detiene la
economía, y si se detiene la economía, aparece el fantasma del estancamiento
para cada uno de nosotros- pero ese hiper consumo es el que está agrediendo al
planeta. Y tienen que generar ese hiper consumo, cosa de que las cosas duren
poco, porque hay que vender mucho. Y una lamparita eléctrica, entonces, no
puede durar más de 1000 horas encendida. ¡Pero hay lamparitas que pueden durar
100 mil horas encendidas! Pero esas no se pueden hacer porque el problema es el
mercado, porque tenemos que trabajar y tenemos que sostener una civilización del “úselo y tírelo”, y así estamos en un
círculo vicioso.
Estos son problemas de carácter político que nos están
indicando que es hora de empezar a luchar por otra cultura.
No se trata de plantearnos el volver a la época del hombre
de las cavernas, ni de tener un “monumento al atraso”. Pero no podemos seguir,
indefinidamente, gobernados por el mercado, sino que tenemos que gobernar al
mercado.
Por ello digo, en mi humilde manera de pensar, que el
problema que tenemos es de carácter político. Los viejos pensadores –Epicúreo, Séneca
o incluso los Aymaras- definían: “pobre no es el que tiene poco sino el que
necesita infinitamente mucho, y desea más y más”. Esta es una clave de carácter
cultural.
Entonces, voy a saludar el esfuerzo y los acuerdos que se
hacen. Y los voy acompañar, como gobernante. Sé que algunas cosas de las que
estoy diciendo, “rechinan”. Pero tenemos que darnos cuenta que la crisis del
agua y de la agresión al medio ambiente no es la causa.
La causa es el modelo de civilización que hemos montado. Y
lo que tenemos que revisar es nuestra forma de vivir.
Pertenezco a un pequeño país muy bien dotado de recursos
naturales para vivir. En mi país hay poco más de 3 millones de habitantes. Pero
hay unos 13 millones de vacas, de las mejores del mundo. Y unos 8 o 10 millones
de estupendas ovejas. Mi país es exportador de comida, de lácteos, de carne. Es
una penillanura y casi el 90% de su territorio es aprovechable.
Mis compañeros trabajadores, lucharon mucho por las 8 horas
de trabajo. Y ahora están consiguiendo las 6 horas. Pero el que tiene 6 horas,
se consigue dos trabajos; por lo tanto, trabaja más que antes. ¿Por qué? Porque
tiene que pagar una cantidad de cuotas: la moto, el auto, y pague cuotas y
cuotas y cuando se quiere acordar, es un viejo reumático –como yo- al que se le fue la vida.
Y uno se hace esta pregunta: ¿ese es el destino de la vida
humana? Estas cosas que digo son muy elementales: el desarrollo no puede ser en
contra de la felicidad. Tiene que ser a favor de la felicidad humana; del amor
arriba de la Tierra,
de las relaciones humanas, del cuidado a los hijos, de tener amigos, de tener
lo elemental.
Precisamente, porque ese es el tesoro más importante que
tenemos, la felicidad. Cuando luchamos por el medio ambiente, tenemos que recordar
que el primer elemento del medio ambiente se llama felicidad humana.
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