Llevaba tres días con sus noches
traduciendo la vida con vino tinto;
la venció el último sueño de la historia
y cayó en él, profundamente.
Durmió, soñó, murió mil veces.
Para cuando abrió los ojos,
ya todo era un mal remiendo
cosido sobre la cara posterior del corazón.
Se sirvió un café cargado,
amargo como la niñez.
abrió el cajón de las golosinas
y ahí la esperaba, en primer plano.
Mientras una oleada de ternura
invadió el aletargado amanecer,
colocó sobre la mesa,
una segunda taza para el café.
Y extrañó todo..
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