¡Quédate en mí! le gritaba desde el fondo del alma, con el desgarro que entraña un adiós inminente... Extasiado en si mismo, terminó de libar en su corola para airoso levantar el vuelo; de repente, se vio reflejado en el cristal del aparador de la floristería del barrio, y notó, con sorpresa, que le faltaba el pico.
No recuerda dónde lo dejó...
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