Anochece. Los ojos están tristes,
desgarrados por la humana
miseria supurando el ambiente.
¡Arráncatelos! me digo,
atrévete a mirar desde el fondo
de las cuencas adoloridas
con tanta soledad acumulada.
Apiádate de la tristeza
de cada flor agonizante,
llora fuego y bebe
la carne ardiente de la guerra en puertas,
de esa en la que los nacidos
muertos de desamor
encallan sus dientes podridos
de inmunda codicia.
Y los ojos lloran, solos...
lejos de la City londinense,
del Wall Street envuelta en sangre
de inocentes niños sirios
que no pagaron, a tiempo
la hipoteca del oxígeno
y se les desahució
la vida.
Edulcorada sociedad
del Bienestar infernal
olvidada de un dios abortado.
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