Al meter la llave, notó la chapa rota. Bastó con empujar la puerta para
constatar lo temido: había sido víctima de allanamiento de morada. Veía
nítidamente sin necesidad de luz artificial; todo en su sitio,ningún cajón
abierto, nada que hiciera sospechar un robo.
Sobre la mesa de trabajo,
los libros de consulta apilados con marcadores como pestañas; en la pared de
fondo, el portaretratos con la foto de su hijo, dos flores secas en una cajita
de cristal y del gancho, colgada, la cadena de Ternura, la perrita que ya nunca
regresó. En el aire se percibía el olor
de aquella picadura para pipa, tan especial, de la que conservó un sobre cuando
decidió que fuese la última vez. El silencio perforaba los recuerdos
entremezclados que, en cascada, caían en un precipicio negro.
Recostado en el sofá, con
los ojos cerrados, repasó las posibles causas y efectos de esa extraña
‘intromisión’. De un salto se incorporó, corrió a la biblioteca en cuyo piso
estaban esparcidos, con cierto orden, algunos de sus libros preferidos. Dedujo
que "El amor en los tiempos del cólera" había sido abierto,
recientemente, por la tibieza que aún conservaba en sus tapas. Hurgó,
entrelíneas, buscando alguna pista que diera luz al suceso, pero sólo halló que
en la página en que se encontraba abierto, algunas letras habían sido tachadas
con su propio corrector blanco.
Quedó así:
"Luego habló con el
comisario como lo hubiera hecho con un subalterno. Le ordenó que sortearan
todas las instancias para que el entierro se hiciera
esa misma tarde y con el mayor sigilo. Dijo: “Yo hablaré
después con el alcalde”.
Sabía que Jeremiah de Saint-Amour era de una austeridad primitiva, y que
ganaba con su arte mucho más de lo que le hacía
falta para vivir, de modo que en alguna de las gavetas de la casa debía haber dinero de sobra para los gastos del
entierro.”
Sonrió con la mirada
mientras apretaba los labios. Perplejo, aún, frunció el ceño como preguntando.
De repente, se le iluminó el rostro y, por el estruendo de la carcajada, confirmó
la sospecha sobre la autoría de esa visita.
Ya era de noche,
cuando despertó.