Sin darse cuenta, había aprendido a mendigar. Tímidamente, suplicó
que le diera algo. Su mirada hambrienta delataba las famélicas, largas
noches con el corazón vacío, arrinconado en lo más oscuro de la
habitación.
- !Dime algo bonito...! le susurró al oído.
- A ver.. algo bonito...
Buscó un mendrugo, unas migajas, algún sobrante en el alma, sin éxito, pues le habían vaciado.
Dio vuelta a los bolsillos y encontró NADA, la partió en dos y ella se alejó feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario