Se produce una sordera selectiva
aunada a la mordaz mudez
que pregunta, insaciable:
¿para qué hablar?
El silencio acuña sílabas
y letras discapacitadas, en negrilla
funda un banco de ecos
instaura premios al tartamudeo
y rescata una biblioteca
de páginas en blanco
con anteojos para ciegos.
Y flota, naúfraga, la pregunta
asida a cualquier ola
sin tiempo
¿para qué hablar?
El silencio... amigo
ahí está la respuesta.
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