Tanto buscarte y ahí estabas a un poro de la puerta de mi piel, en la rendija de la vida donde las palabras se aglutinan antes de la horca.
II.
Antes de silenciar el aplauso y para sobremorir en el suicida intento hay que descamar el alma mudarse a otro tabaco raspar el telón de fondo voltear los calcetines y recambiar los labios.
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