lunes, 24 de diciembre de 2012
Corazones siameses.
Nació una niña, completa, con dedos largos, labios notorios, ojos rasgados. El partero no podía explicar cómo, durante el embarazo, afirmaba - sin dudar - que eran dos, estaba seguro de que el pálpito cardíaco respondía a dos diferentes seres. La observaba, la ascultaba y sostenía que en ese cuerpecito palpitaban dos corazones. Lo creyeron loco como a ella cuando pasó el tiempo y se hizo mujer que leía y comía poco, besaba los amaneceres y dormía con los ocasos. En un sueño, ella pasó por allí cuando él se regodeaba, aún, en el vientre de su madre. Le dejó su corazón... hasta siempre y no importa qué, él es ella, ella es él... y se reconocen hasta el nunca, el siempre el hoy, mañana... y se palpitan sin saber de cuál es el corazón porque es un amor siamés, eterno que nunca terminó de nacer... y sigue viviendo hasta la bimuerte.
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