Ha levantado un mundo propio en el espacio cerrado de su jardín,
A costa de su sangre y sudor, a la medida de sus pies y manos:
Un lugar donde encentra alivio y a veces reposo.
Todo lo que se desvanece entre nubes apagadas,
Más allá del muro recubierto por hojas de parra,
Le es ajeno, geografía del exilio, aire.
Las flores se marchitan con rapidez, quemadas en un color.
Los pájaros cantan la misma melodía.
Jamás conocería el mar, si no fuera por los salmones
Que gota a gota se lo traen cuando remontan el cercano río.
Pero sabe de memoria los nombres de todos los árboles
Y cuándo es su dorada época de floración.
Mirando la sombra de cada uno sabría distinguirlos.
No es suyo el tiempo cruel que vuela con alas afiladas.
Nada necesita para someterse a la vida
Y dejarse llevar, como las hojas caídas que arrastra el viento.
A veces le ataca, sin aviso alguno, un dolor profundo.
Una punzada que le revuleve las entrañas y las saca a la luz.
No es hambre, es el agrio recuerdo de un amor que perdió,
Como los claveles su olor y fragancia.
Entonces cierra los ojos y ve
A la mujer que una vez amó, desnuda:
Sus ojos son de color castaño, sus labios de fresa.
Tienen los dientes la blancura del ajo,
El cabello es como una cáscara de nuez,
Los pechos son como manzanas reales, las mejillas anaranjadas.
Lentos se le van los dedos en busca de la fruta deseada.
Luego lo guarda todo en una cesta de mimbre,
Lo recubre de hojas de albahaca,
Con el mismo cariño que si fueran los miembros
De aquella cuya presencia le adormecía el alma.
Sentado a la mesa, abre la boca como si orara,
Y enseguida está ahíto y saciado.
Extiende su cuerpo sobre la cama, relajado y tranquilo.
A costa de su sangre y sudor, a la medida de sus pies y manos:
Un lugar donde encentra alivio y a veces reposo.
Todo lo que se desvanece entre nubes apagadas,
Más allá del muro recubierto por hojas de parra,
Le es ajeno, geografía del exilio, aire.
Las flores se marchitan con rapidez, quemadas en un color.
Los pájaros cantan la misma melodía.
Jamás conocería el mar, si no fuera por los salmones
Que gota a gota se lo traen cuando remontan el cercano río.
Pero sabe de memoria los nombres de todos los árboles
Y cuándo es su dorada época de floración.
Mirando la sombra de cada uno sabría distinguirlos.
No es suyo el tiempo cruel que vuela con alas afiladas.
Nada necesita para someterse a la vida
Y dejarse llevar, como las hojas caídas que arrastra el viento.
A veces le ataca, sin aviso alguno, un dolor profundo.
Una punzada que le revuleve las entrañas y las saca a la luz.
No es hambre, es el agrio recuerdo de un amor que perdió,
Como los claveles su olor y fragancia.
Entonces cierra los ojos y ve
A la mujer que una vez amó, desnuda:
Sus ojos son de color castaño, sus labios de fresa.
Tienen los dientes la blancura del ajo,
El cabello es como una cáscara de nuez,
Los pechos son como manzanas reales, las mejillas anaranjadas.
Lentos se le van los dedos en busca de la fruta deseada.
Luego lo guarda todo en una cesta de mimbre,
Lo recubre de hojas de albahaca,
Con el mismo cariño que si fueran los miembros
De aquella cuya presencia le adormecía el alma.
Sentado a la mesa, abre la boca como si orara,
Y enseguida está ahíto y saciado.
Extiende su cuerpo sobre la cama, relajado y tranquilo.
La prueba más dulce de amor es comer lo que se ama.
©Juaristi, Felipe. Geografía de las preguntas, Bassarai, Vitoria-Gasteiz, 1999
©Traducción del autor (Azkoitia, 1957)
©Traducción del autor (Azkoitia, 1957)
Escritor español en lengua vasca. Se dio a conocer en 1985 con la publicación del volumen de versos Denbora, nostalgia (El tiempo, la nostalgia), obra a la que, un par de años después, añadió un segundo poemario titulado Hiriaren melankolia (La melancolía de la ciudad).
Posteriormente, ha seguido recibiendo los elogios de la crítica
especializada, merced a otros volúmenes poéticos. En su faceta de
prosista, Juaristi es autor de narraciones que le sitúan entre los
principales novelistas que escriben en euskera. Se trata de las obras
tituladas Inzentsua lurrean bezala (El incienso como en la tierra, 1988) y Arinago duk haizea, Absalon (1990), esta última traducida al castellano bajo el título de Más leve es el viento, Absalón. También ha publicado libros de literatura infantil y la obra teatral Intzensua lurrean bezala (1988)
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