martes, 19 de abril de 2016
A Suki, mi perrita amiga.
La rescaté con sus nueve crías, paridas días antes, en la soledad de una construcción fría. Negros como azabaches, se fueron yendo a rumbos sin rastro. Ella se quedó a cuidarme hasta esta mañana en que su cuerpo extenuado suplicó descanso para ir al encuentro de los que le precedieron. Mientras le hablaba, me buscaba con sus ojos cansados, pero con la dulzura que siempre hallé en la mirada inteligente con que me escrutaba en las largas noches agotadas de llanto. La imagino correteando por un bosque abierto, pleno de primavera, donde ahora también disfrutan todos esos peluditos, compañeros de camino. Suki sonreía entre pequeños y nerviosos brinquitos que demostraban la alegría del regreso. Hasta pronto, amiga linda, gracias por haber sido y seguir en mi corazón.
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